Fotografías. Esteban Yerovi
El armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) es uno de los mamíferos más representativos y curiosos del Chocó Andino. Su caparazón formado por placas óseas articuladas le otorga una apariencia única, que no solo lo protege de depredadores, sino que también lo convierte en un símbolo de adaptación evolutiva. Esta especie pertenece al grupo de los xenartros, junto con los osos hormigueros y los perezosos, y es ampliamente distribuida en el continente americano, llegando a ocupar distintos ecosistemas, desde sabanas hasta bosques húmedos tropicales.

En el Chocó Andino, el armadillo de nueve bandas cumple un rol ecológico esencial: al alimentarse de insectos como hormigas y termitas, regula sus poblaciones y contribuye al equilibrio del ecosistema. Además, sus hábitos excavadores airean el suelo y favorecen la infiltración del agua, lo que mejora la calidad del hábitat para otras especies. Aunque es principalmente nocturno y solitario, sus rastros —túneles, madrigueras y huellas— pueden encontrarse en las rutas de senderismo, convirtiéndose en un atractivo para quienes practican el turismo de observación de fauna.

A pesar de su amplia distribución, el armadillo enfrenta amenazas en el Chocó Andino debido a la cacería y a la pérdida de bosque por actividades humanas. Su conservación está estrechamente ligada al mantenimiento de los ecosistemas que lo albergan, lo que convierte su presencia en un indicador de la salud ambiental de la región.

Para el visitante, conocer al armadillo de nueve bandas es adentrarse en la riqueza natural y cultural del Chocó Andino. Observarlo en libertad, siempre desde una práctica responsable de ecoturismo, es un recordatorio de la importancia de proteger este territorio megadiverso, donde cada especie cumple un papel vital en la red de la vida.